Por muchos años hemos tenido la imagen de una abuela enlutada, con el cabello blanco y reposada en una mecedora o en un bastón. O un hombre solo, solitario con un traje marrón y bastón. A esa imagen solemos llamarle ancianos.
Los últimos estudios hechos por los sociólogos han cambiado la visión de que los sexagenarios eran ya ancianos. Pues muchos están en su mejor momento a esa edad. Para mil 1960 la esperanza de vida en el Uruguay era de 69 años. Hoy en día, con todos los avances de la medicina y de la tecnología han llevado a extender ese tiempo a un promedio de 77,91, pues las mujeres tienen una esperanza de vida hasta los 81,48 años y los hombres hasta los 74,12 según información de Datosmacro.com
Usualmente se han tomado los 65 años como la edad de la vejez porque coincide con la edad de jubilación. Pero los criterios que hasta ahora son utilizados para considerar a una persona mayor, ya no corresponden con la imagen real del envejecimiento. Ya una persona jubilada no se puede considerar anciano o anciana, pues según el estudio realizado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España una persona sería vieja 15 años antes de morir.
Entonces, la vejez cambia según se sea hombre o mujer. “Nadie llamaría hoy anciano a alguien de 65 o 70 años salvo grave deterioro”-afirma la Socióloga Elisa Chuliá. Por eso, más allá de las estadísticas y viendo las posturas de los sociólogos quienes ya apunta a que no existen criterios objetivos para establecer una edad en la que se deja de ser adulto y se convierte en anciano.
Lo que sí tenemos que tomar en cuenta es que la ancianidad está ligada a cierta fragilidad de la salud y cuando no se tiene autonomía. Así que la frase de Dorothy Thompson cobra más vigencia que nunca: “La edad no se mide por los años. Hay gente que nace vieja y cansada, mientras que otros tienen mucha energía a los setenta.”
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